Por Pedro Isnardo De la Cruz y Juan Carlos Reyes Torres Hay una labor que una Presidencia moderna no puede desdeñar. Es su capacidad d...
Por Pedro Isnardo De la Cruz y Juan Carlos Reyes Torres
Hay una labor que una Presidencia moderna no puede
desdeñar.
Es su capacidad de mantener a raya el miedo, la
hipocresía y la intolerancia desde “un gobierno de, por y para el pueblo”, como
profesaba Lincoln hace más de una centuria y media.
Es una nueva lección histórico-política que ha llegado
a nosotros a través del texto del historiador Harold Holzer intitulado “Brought Forth on this Continent:
Abraham Lincoln and American Immigration” (Penguin Random House, 2024).
Holzer refiere en
uno de sus hallazgos que, en 1858, en su candidatura por el partido republicano
al Senado estadounidense, Lincoln pronunció un discurso ante una multitud
fundamentalmente de alemanes, describiéndolos como “la sangre de la sangre” de
los fundadores de Estados Unidos.
Los inmigrantes
alemanes serían relevantes para conformar la coalición gobernante que permitió
a Lincoln avanzar su agenda anti esclavista.
Aunque en privado -insiste Holzer-, esta convicción
liberal entrañaba también la preocupación de Lincoln por los inmigrantes
irlandeses dada su propensión a votar por el Partido Demócrata, contra su
gobierno y su política anti esclavista, en público, Lincoln siempre asumió una
posición a favor del acceso, las fronteras y la inmigración abiertas.
“Se trata de hombres que han venido de Europa, o cuyos
antepasados han venido aquí y se han establecido aquí, encontrándose como
nuestros iguales en todas las cosas. Si miran hacia atrás en esta historia para
rastrear su conexión con aquellos días por la sangre, descubrirán que no la
tienen, no pueden retroceder a esa época gloriosa y sentirse parte de nosotros,
pero cuando miran a través de esa vieja Declaración de Independencia, descubren
que esos ancianos dicen que ‘consideramos que estas verdades son evidentes por
sí mismas, que todos los hombres son creados iguales’, y luego sienten que el
sentimiento moral enseñado en esa época evidencia su vinculación, padre de todo
principio moral en ellos, y que tienen derecho a reclamarlo como si fueran
sangre de la sangre y carne de la carne de los hombres que escribieron esa
Declaración, y así ellos lo son”.
Nuevamente tenemos ahí la benevolencia y la elocuencia
insuperable del Lincoln candidato presidencial y el Lincoln Presidente
estadounidense, al defender a los migrantes de acusaciones de deslealtad,
pereza y envenenamiento de la sangre estadounidense:
“La Declaración de Independencia es el cable eléctrico
que une los corazones de los hombres patrióticos y amantes de la libertad y
unirá esos corazones patrióticos, mientras el amor a la libertad exista en las
mentes de los hombres de todo el mundo.”
La cosmovisión y la inteligencia política está anudada
en el pragmatismo de Lincoln al prevenir la inminencia de la guerra civil.
Por ello la importancia de reclutar regimientos con
alemanes, irlandeses y de otras nacionalidades y defender al país de la
rebelión en pro de la secesión.
Lincoln logró conformar un ejército federal con más de
20% de sus efectivos que hablaban acentos extranjeros, con irlandeses y
alemanes luchando en las batallas de Gettysburg y Chancellorsville, inmigrantes
heroicos insiste Holzer “en las derrotas y en las victorias”.
En una época en la que sólo a los ministros
protestantes se les permitía ser capellanes en el Ejército, Lincoln permitió
que el regimiento de inmigrantes eligiera a sus propios capellanes, incluyendo
sacerdotes católicos, rabinos y “libre pensadores” alemanes, que no creían que
existiera Dios. Ascendió a oficiales inmigrantes no obstante pertenecían al
Partido Demócrata.
La guerra civil no sólo provocó la tragedia de miles
de vidas perdidas, sino también en una reducción drástica de miles de
trabajadoras y trabajadores en las minas, fábricas y en la agricultura,
enfáticamente de mano de obra del Norte del país, de sangre inmigrante.
Se atravesó el magnicidio de Lincoln, hecho que
impidió que la Ley pro Inmigración que promulgó Lincoln en 1865 la pudiese
llegar a firmar.
Ahora como nunca la fuerza y relevancia de la
cosmovisión y la lección presidencialista de Lincoln está presente.
Sobre todo cuando la postura del ex Presidente Donald
Trump ha sido inalterablemente ofensiva y xenófoba.
En diciembre de 2023, en un mitin en New Hampshire,
declaró que los inmigrantes indocumentados de África, Asia y Sudamérica “están
envenenando la sangre de nuestro país”.
Donald Trump desciende de abuelos inmigrantes paternos
y maternos de Escocia y Alemania. Joe Biden, lo propio, pero de Irlanda.
Hay inconfesa inquina preñada a la retórica anti
inmigrante, hipocresía política, porque el pragmatismo paga bien a las
ambiciones.
En el guion ideológico electoral extremista de Trump,
los inmigrantes no son una comunidad, no forman parte de quienes forjaron la
historia de su patria, es peor, empañan lo que para él es la sangre pura de la
nación.
Lincoln era un as que quiso contribuir desde su
Presidencia a evitar la casa dividida de la nación, promover incluso la
inmigración con políticas y reformas radicales.
Biden parece haber escuchado estos ecos de la
historia.
Pero sólo los ecos de las lecciones de Lincoln. No ha
sido escuchado por sus sucesores en el poder presidencial.
El pragmatismo del presidente del partido demócrata y
la importancia de la migración en la elección 2024, lo ha llevado a querer
radicalizarse más que Trump contra la inmigración, dado que se mantienen las
deportaciones masivas a pesar de que en efecto se logró suspender la política
trumpiana de separación de familias, sigue avante la ausencia de un sistema de
protección de familias inmigrantes y una postura más radical en pro de los
derechos ciudadanos de inmigrantes.
Pero en el discurso, Biden aparece siempre como un
benefactor, un seductor político que respeta las vidas de las familias
migrantes y su aporte a la economía y la historia de los Estados Unidos.
Regresemos a Lincoln hace más de 160 años: abogó
porque el Congreso Federal propicie financiamiento a la entrada de migrantes a
los Estados Unidos y se les proporcionen centros de recepción para que pudieran
asentarse en suelo estadounidense y se les dotase de oportunidades de trabajo
digno.
El martes pasado, en su Discurso Anual sobre el Estado
de la Nación, Biden llamó a los inmigrantes “ilegales”.
Ahora su equipo de gobierno reclama se comprendan y no
se descontextualicen sus declaraciones.
En ese discurso anual Biden llamó a financiar la seguridad fronteriza, el presidente de
EEUU: “No demonizaré a los inmigrantes” como, según dijo, viene haciendo su
predecesor (D. Trump)”.
Biden exigió al Congreso la aprobación del proyecto de
ley bipartidista que posibilitará la contratación de miles de agentes
fronterizos y cientos de jueces de inmigración, así como la adquisición de
máquinas de alta tecnología para reforzar el control de la frontera sur del
país.
El Presidente Biden asume que dicho proyecto de ley
dará una “nueva autoridad” al gobierno federal para cerrar temporalmente la
frontera cuando el número de migrantes “sea abrumador”.
Parece que a pesar del legado Lincoln, como en
diversos momentos del sistema político estadounidense, en la era de las
campañas y la ex Presidencia de Trump y ante su posible regreso, y ahora con la
Presidencia de Biden, el resentimiento con la gente que llega o quiere llegar a
Estados Unidos, se mantiene intacto.
Peor aún, para mantenerse o reconquistar la
Presidencia, pervive el escenario electoral en firme para recrear la doctrina
de la destrucción de los migrantes, como enemigos de la raza pura y noble
estadounidense.
Pedro
Isnardo De la Cruz es Doctor en Ciencias Políticas y Sociales y profesor en la
UNAM. Publicó en 2017 Decisiones
estratégicas presidenciales en EUA: El aprovechamiento de la ocasión en crisis
de Seguridad nacional y Terrorismo. George W. Bush y Barack Obama (2001-2012).
Juan Carlos Reyes Torres es Licenciado en Derecho por la
Universidad Iberoamericana, con estudios en Ciencia Política y Administración
Pública por la UNAM y profesor de Teoría del Estado.
Coautores de Para
entender la 4T (2019), con el sello editorial de Stonehenge México.
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